El siguiente texto corresponde a una carta enviada a un profesor de la Universidad que contesta su telèfono celular durante su clase. Por razones obvias hemos omitido en esta versión publicable el nombre del profesor, incluso con el ánimo de que si hay otro u otros que cometen el mismo error se la tomen como para ellos. Así mismo, para recordarles a los estudiantes que por respeto a la academia deben apagar sus celulares mientras estén en clase.



14 de abril de 2009

Doctor ...........

Profesor de la Facultad de ...........

E. S. M.


Respetado doctor:

El pasado viernes era viernes santo en todas las congregaciones católicas del mundo, que son muchísimas y en razón de lo cual reclaman el título de “católicas”.

En una parroquia de Medellín, asistíamos un buen número de personas a una de las solemnidades eclesiales. El sacerdote, un hombre joven y de locuaz expresión se deleitaba en el púlpito dando un sermón sobre la historia de la redención y cuando en cierto momento nos contaba de la cobardía de Pedro que negó a Jesús, justo en el momento en que decía que el gallo cantó, lo que sonó fue el celular en un bolsillo del levita.

Ante el asombro de la audiencia, que estaba como hipnotizada por la oratoria del clérigo, éste se limitó a decir, perdón, y contestó su teléfono móvil. No supimos si quien llamaba era el obispo o el sacristán pero curiosamente todos pensamos en la progenitora del orador. Tal vez está enferma o en un apuro, se oyeron comentarios.

Luego de interminables 30 ó 40 segundos, el sacerdote volvió su teléfono a la faltriquera y reanudó su sermón, que ya no tenía la magia de antes, pues se había verificado una profanación a su disertación.

Doctor ....: Lo que le digo de la misa y del cura es de mi imaginación. Desde luego, eso nunca ocurrió y tengo la convicción de que nunca ocurrirá, pues aunque poco creo en los curas, sé que ellos valoran su trabajo, saben que es serio y merece ser respetado por ellos y por los demás.

Para mí, y que me perdonen los religiosos, es más sagrada la enseñanza de la ciencia que la enseñanza de la religión. Una clase, para mí, merece el mayor respeto y creo que durante los 30 años que ejercí la docencia universitaria fui fiel a esa creencia y sigo creyendo que un profesor es la persona más valiosa de la sociedad, pues es la formadora de los demás profesionales.

Una clase no debe ser profanada y una forma de profanación es la interrupción con asuntos que nada tienen que ver con ella, por ejemplo, la perturbación que le hace el sonido de un teléfono celular.

Los estudiantes deben apagar sus teléfonos antes de entrar a clase y, claro, el profesor con mayor razón y, si el profesor no lo hace implícitamente esta autorizando a sus alumnos a seguir su mal ejemplo y, peor, si el profesor lo contesta en clase, irrespeta su clase, se irrespeta a si mismo e irrespeta a sus alumnos que están sedientos de enseñanzas y se les interrumpe contestando un prosaico celular.

Este es un llamado de atención de mi parte, respetado profesor, pues como jefe de personal de la Universidad recibí la queja verbal de un grupo de cinco o seis de sus alumnos sobre su costumbre de interrumpir su clase, muy bien referenciada por cierto, para contestar el teléfono portátil. Le solicito, pues, por el respeto a usted, a su clase y a sus alumnos, apagar su celular antes de empezar cada disertación.

Con un atento saludo,

ÁLVARO OCHOA MORALES

Vicerrector Administrativo.